Por: Iván Ramírez
"Quería gritarle que nadara hacia mi, pero no lo hice, aunque quería, no pude hacerlo, pero sabía que podía"
Artemis (Sofia Kokkali), una joven que vive en la flor de su juventud y disfruta de su vida, se ve en la necesidad de emprender un viaje de vuelta a su ciudad natal, Atenas, para poder atender y cuidar a su padre Paris (Lazaros Georgakopoulos), con el cuál hace años perdió comunicación, si es que en verdad la tuvo , un ex-basquetbolista que tras un misterioso incidente desarrolla esclerosis multiplique, dejándolo casi por completo sin movilidad, convirtiendo las tareas más sencillas en algo casi imposible.
Mediante este filme exploramos entre lo más íntimo y a su vez la abismal distancia que puede albergar en una relación familiar, pese a que las circunstancias nunca sean del todo claras, algo lamentable y a su vez muy común en la vida real.
Con diálogos y un guión lleno de contradicciones, heridas internas, silencios incómodos, falta de afecto y comunicación, rechazo, traumas reprimidos y la terrible sensación de no pertenecer o encajar en ningún lugar, incluso en tu propio hogar, alienación, ligada a preguntas como ¿Qué significa el ser cercano a alguien? ¿Qué significa el no tener comunicación?.
Preguntas y sentimientos sin respuesta que al final guardamos en nuestro interior como un viejo baúl para ser arrumbado al fondo del "ático".
Mientras que se nos muestra una familia unida llena de amor falso, hipócrita y superficial que busca quién cuidar del padre, paralelamente observamos a una joven forzada a madurar, dejando atrás su vida juvenil encontrándose abruptamente con toda la carga del mundo en sus hombros tomando el papel del soporte principal de su padre, ayudándolo siempre sin pensarlo dos veces pese a la falta de afecto, a su vez que soporta y lidia con el rechazo del mismo.
Aquí es donde comienza la evolución de nuestra protagonista, siguiendo los pasos de su padre, escuchando su música, actuando como él, reviviendo antiguas discusiones, mirando sus antiguos cassettes, con el fin de lograr entenderlo, al igual que a ella misma. surgiendo así el nacimiento de la esperanza y quizás las bases para darle un sentido o significado a aquello que antes se cuestionaba e incluso daba como desconocido, el nacimiento de sus motivaciones y la cuestión de estás mismas.
Por si fuera poco de logra con detalle los contrates de ambos gracias a distintas estéticas visuales, por ejemplo una Artemis alegre recordando sus amigos, su enérgica y antigua vida repleta de luz con colores cálidos y alegres, mientras que en contraste, cuando se les muestra juntos, las escenas son pesadas, repletas de colores fríos y pálidos, además de 4 distintas cartas de tarot, cuyo significado hacen alusión o analogías a los elementos por venir, a su vez que son usadas como transiciones, etapas y capítulos.
Al final lograr reflejar el valor, el coraje, la dedicación, sacrificio, paciencia, reflexión e introspección necesario y casi sobrehumano con el fin de cumplir un nuevo objetivo, hacer las paces con el pasado, y los antiguos demonios, ya que esto implica al ser humano atravesar su propio infierno, para hacer de un callejón sin salida vil y oscuro, en un renacimiento cual fénix de las cenizas, un futuro brillante, una nueva oportunidad para una hija y su padre.
Título Original: Selene 66 Questions
Año: 2020
País: Grecia
Dirección/Guíon: Jacqueline Lentzou
Música: Delphine Malaussena
Fotografía: Konstantinos Koukoulios
Reparto: Lazaros Georgakopoulos, Sofía Kokkali, Nikitas Tsakiroglou
Productora: Coproducción Grecia - Francia: Blonde
Distribuidora: Luxbox
Trailer "Luna, 66 preguntas"