Reseña: "Tebas Land". Tierra de amor.

Por Juan Carlos Urrutia

Un acto de amor no deja de serlo aun cuando siendo testigos del mismo no seamos conscientes de que lo es. Así, en un escenario ideal, el acto teatral es un acto de amor en el que el actor sobre el escenario desde el fondo de su corazón entrega su arte al público, y este a su vez acude a la sala ávido de experimentar esa entrega incondicional.

Aun cuando en ocasiones el espectador no se encuentre en su momento más receptivo y permanezca impávido en su butacas, o aun cuando el actor en un día desafortunado salga a dar función con la temperatura de un tempano; el acto de amor está ahí. 

En ese orden de ideas, Tebas Land es un acto de amor inimaginable. Mauricio García Lozano, dirige de forma magistral – una vez más – en esta ocasión el extraordinario texto de Sergio Blanco que aborda el encuentro de un escritor y un joven recluso que cumple condena por asesinar a su padre; sin embargo, García Lozano en su montaje (que además protagoniza casi necesariamente al lado del estupendo Manuel Cruz Vivas) le da una dimensión adicional a la obra de Blanco, que sacude al espectador desde la introducción que el mismo director / actor ofrece al inicio de la función.

A través del proyecto de Teatro Penitenciario encabezado por Itari Marta, el cual tiene como objetivo la reinserción social de ex reclusos a través del trabajo teatral, se invita a García Lozano a participar con un montaje; y es así que ante la necesidad del director de abordar la tragedia de Edipo decide buscar en Santa Marta a un recluso que hubiera cometido parricidio para, originalmente, traerlo como protagonista de Tebas Land. En un inteligente e intrigante juego psicológico, la puesta en escena nos adentra en un vaivén entre la realidad y la ficción. Por momentos somos testigos de la presencia de Martín, el recluso de Santa Marta, mientras  que en otros tantos nos adentramos en la complejidad de los ensayos que conllevan un montaje teatral.

Fotografía: PiliPala

Una cancha de basquetbol entre rejas y un juego de cámaras que “vigilan” en todo momento a los dos protagonistas, serán el escenario de un profundo viaje hacia la complejidad de la naturaleza humana, y justo , hacia lo más humano de cada uno de nosotros.

Tebas Land tiene varias capas, varias lecturas; pero sobre todo tiene entraña y talento, muchísimo talento. A través de cada diálogo, de cada ida y vuelta entre lo que es real y lo que es ficticio, poco a poco nos encontraremos en un recorrido introspectivo, reconociéndonos o incluso conociéndonos en alguno de los muchos momentos en los que los dos actores desnudan al unísono su alma y la de los espectadores. Es un texto inteligente, por supuesto, pero es un montaje humano, y no me refiero a la palabra “humano” en su connotación más científica, sino en su sentido más subjetivo. ¿Cuántas veces en la vida tenemos la oportunidad de sentir realmente empatía por un asesino? Sin juzgar su inocencia o culpabilidad; sino simplemente poniéndonos en sus zapatos, descubriendo a nuestro propio niño interior en la piel de un parricida, con toda la necesidad de amor por parte de nuestro padre, o de nuestra madre, con todo el peso que los prejuicios sociales pueden causar en nosotros cuando cobran vida en la boca de nuestros seres más amados.

La actuación de Manuel Cruz, interpretándose a sí mismo y a Martin, el recluso de Santa Marta, es simplemente soberbia. El proceso creativo “end to end” de Mauricio García Lozano, en lo personal, es uno de los actos de amor más puros que he podido presenciar (y no solo en una sala de teatro).

Escucho el concierto para piano No. 21 de Mozart en Do mayor y no dejo de pensar en la sensación de Martín siendo niño al sentir sobre su piel las gotas del cabello mojado de su papá , en esa foto en el mar que probablemente tomó su mamá; muchos años antes de que esa misma persona destrozara el corazón de su hijo al llamarlo “putito chupa vergas”. Pienso en mi papá, pienso en el amor de mi madre que a veces parece infinito. Y de inmediato pienso en mis dos hijos y en todo el amor que siento por ellos, naturalmente, incondicionalmente. Y agradezco la ofrenda de amor que me significó Tebas Land, un viernes de mayo por la noche.